martes, 22 de marzo de 2011

La Amistad.-



La amistad, más que un sentimiento, es un acto. Es estar, es compartir, es hacer un gesto de apoyo, es escuchar… Por lo tanto, la voluntad es un ingrediente necesario en esta receta.

Y también se necesita voluntad para que se cumpla otro requisito de la verdadera amistad: mejorar a las personas. Por eso, quien quiere ser un buen amigo debe partir por conocerse a sí mismo, aceptarse, saber qué es lo mejor para sí e intentar realizarlo. Así, sabiendo qué tiene para entregar, podrá donarse al amigo y también aconsejarlo correctamente.

En una amistad donde hay un real interés por el otro, se conversa el tema de fondo. Esta actitud tiene que ver con la madurez, pero que de todos modos es clave recordar que amistad en ningún caso es complicidad al extremo de permitirle al amigo hacer cosas que lo perjudican o lo degradan.

Esto es lo que se denomina el beneficio formativo. Si se forja en los niños la virtud de la auténtica amistad, ellos serán mejores personas pues el engaño, la falta de respeto y la traición, no son compatibles con ser buen amigo. Y así, aunque obviamente no sean todos amigos de todos, habrá mejor convivencia porque será una comunidad de hombres buenos, abiertos a mirar y a aprender de los demás, personas que saben pedir ayuda, recibirla y ofrecerla.

La amistad verdadera es sólo la amistad del alma que no acaba nunca, las personas se unen en función de sus semejanzas y sus diferencias, no a pesar de sus diferencias. Una y otra son fuerzas en movimiento que hacen posible el dinamismo de la amistad, lo que une finalmente a los amigos es que ambos quieren al otro tal como es y que eso los iguala más allá de sus contrastes.

Esta reciprocidad es lo que diferencia a la amistad de la caridad. Además, este sentimiento es explícito: ambos saben que el otro quiere lo mejor para él. Por eso, aunque la intención de la amistad sea desinteresada -y debe serlo- finalmente esa gratuidad entrega ganancias para ambos amigos.

Lo que hace a una amistad profunda o no es cuánto de sí mismo se comparte, pero a veces esto se malentiende, el lazo amistoso no es consecuencia automática de enterarse del mundo privado del otro. Se da cuando ambos eligen libremente qué contar y, al mismo tiempo, acogen las confidencias del otro como un bien preciado.

Es importante ir desarrollando una brújula interna, un criterio, para elegir a quién confiarle las cosas y también para tener el control de lo que se quiere contar.
Hay que guiar a los niños y hacerlos reflexionar sobre cómo usar las tecnologías sin pasar a llevar la intimidad del otro, sin traicionar la confianza del amigo, que entiendan que no todo lo que es posible publicar deben publicarlo.

La amistad bien entendida no compite con la familia. Son vínculos distintos, cada uno con su espacio y su rol. Es peligroso relegar a los amigos porque empiezas a exigirle mucho a la relación de pareja, pretendes obtener de ahí todas las satisfacciones emocionales y eso no es posible.

Una buena amistad es un aporte a la persona, a su familia, a su proyecto, coopera a que el otro sea feliz, a que llegue a ser lo que está llamado a ser. La amistad descomprime a la pareja: ser escuchado por otros que te quieren, tener un círculo donde conversar de los temas que te interesan, son cosas que llenan el alma y que hacen que la persona llegue entusiasmada de vuelta a su hogar.

Se dice que la amistad es un lazo de menor intensidad que la relación de pareja. Puede ser, pero se debe estar atentos porque aunque sea gratuita, si no se recibe nada a cambio por mucho tiempo, deja de ser amistad… ésta puede soportar momentos de menos atención sólo si antes se cultivó un lazo profundo y una confianza a prueba de todo.

La confianza es muy importante, pero también muy frágil, por eso, saber reparar es clave, reconocer qué se hizo mal y saber pedir perdón con gestos que permitan sanar la confianza perdida. Entonces, una amistad que no tiene esta capacidad, no perdura en el tiempo porque conflictos va a haber de todas maneras.

Para lograrlo es necesario ir más atrás. ¿Cómo distribuyo mi tiempo? ¿Me quedan horas para invertir en la familia y los amigos o trabajo todo el día? ¿Qué lugar tiene la amistad en mi vida? Es importante hacer estas reflexiones y no dejarlo al destino. Muchas veces la amistad se descuida porque no se hizo un trabajo consciente con ella y de mayores eso pasa la cuenta.,

Por eso, hay que ver la amistad como lo que es: una relación profunda entre dos personas que se eligieron mutuamente. Además, al igual que una relación matrimonial, la amistad se puede pulir, mejorar, se deben conversar los problemas… Si, por el contrario, luego de una pelea se espera a que el tiempo enfríe los ánimos o si no se lucha por compartir tiempo juntos, el vínculo acabará por romperse.

Para reconocer una verdadera amistad:

• Ayuda a conocerse a sí mismo, a cultivar los propios gustos y cualidades.
• Cada uno puede mostrarse tal cual es, sin aparentar. Pueden expresar desacuerdos y no tienen que hacer favores para conseguir gratificaciones.
• Vuelve mejor persona y motiva a exigir cariñosamente al amigo.
• Ambos tienen conciencia de que su mundo se enriquece al abrirse al otro.
• Es un núcleo protector que ayuda a tener una vida sana y estable emocionalmente.
• Es un lazo entre dos personas, no es una relación grupal, aunque esos dos amigos pertenezcan también a un grupo.

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